En 1949, Alfred Kinsey, el famoso sexólogo estadounidense, recibió de una fuente anónima (con la firma “una madre agradecida”), una carta de puño y letra de Sigmund Freud. Escrita en inglés y fechada el “9 de abril de 1935, Viena”, le había sido enviada a la señora en respuesta a una consulta que hiciera en relación a su hijo. “Una carta de un hombre grande y bueno que puede conservar”, decía el envío. Pero no fue hasta 1951 que salió a la luz, cuando el psicoanalista germano-estadounidense Martin Grotjahn la publicó bajo el título “Notas históricas: una carta de Freud” en The American Journal of Psychiatry. Actualmente se exhibe en el Freud Museum de Londres. Y vale la pena transcribirla:
“Estimada Señora X: De su carta deduzco que su hijo es homosexual. Estoy muy impresionado por el hecho de que no mencione este término usted misma en su información sobre él. ¿Puedo preguntarle por qué lo elude? Ciertamente, la homosexualidad no es una ventaja, pero no es nada de lo que avergonzarse, ya que no supone vicio ni degradación alguna. No puede clasificarse como una enfermedad, y consideramos que es una variante de la función sexual, producida por una cierta detención del desarrollo sexual. Muchas personas altamente respetables de los tiempos antiguos y modernos han sido homosexuales, y entre ellos varios de los hombres más destacados de la historia (Platón, Miguel Ángel, Leonardo da Vinci, etc.). Es una gran injusticia perseguir la homosexualidad como si se tratase de un crimen, y una crueldad también. Si no me cree, lea los libros de Havelock Ellis. Al preguntarme si puedo prestarle mi ayuda, se refiere, supongo, a si puedo quitarle la homosexualidad y hacer que la heterosexualidad normal tome su lugar. La respuesta es que, de manera general, no podemos prometer lograrlo. En cierto número de casos, logramos desarrollar los gérmenes malogrados de las tendencias heterosexuales, que están presentes en todos los homosexuales, aunque en la mayoría de los casos no es posible. La cuestión estriba, sobre todo, en el tipo y la edad del individuo, sin que pueda predecirse el resultado del tratamiento. Lo que el análisis puede hacer por su hijo va por una línea diferente. Si se siente desdichado, neurótico, desgarrado por conflictos, inhibido en su vida social, el análisis puede traerle armonía, paz mental y plena eficiencia, tanto si sigue siendo homosexual como si cambia. Si se decide usted a que se analice conmigo (no tiene que hacerlo), deberá venir a Viena. No tengo intención de abandonar la ciudad. Sin embargo, no deje de darme alguna respuesta. Sinceramente suyo y con cordiales saludos. Sigmund Freud”.
De más está decir que la postura expresada con tanta humanidad por parte de Freud difería absolutamente del modelo imperante. De hecho faltaban casi 40 años para que la Asociación Americana de Psiquiatría eliminara la homosexualidad del “Manual de Diagnóstico de los Trastornos Mentales”.